Kenia: “La muchacha se lleva una mano al vientre y la otra sobre el seno izquierdo; el derecho abre la boca y besa la honda calcada del fuego. El hombre joven desde su habitación mira la noche y respira la vida y sueña con una muerte gloriosa.” La vigilia y el viaje: “un sábado al mediodía no estás solo/ te rodean las calles el cuello distante/ el largo cañamazo de los gestos nuevos/ el puente que apenas roza tus palabras/ no estás solo quisieras llegar pronto/ atravesar los cables de pascua/ los días sin ventura” El imaginero: “Cuando mis pasos vayan/ fuera del tiempo/ y la esperanza/se quede ociosa, / tu dedal/ me ha de servir/ de mausoleo/ y de Catedral.” Voces: “Ser inferiores a otros, hasta lo aceptamos; ser iguales, no.” Las muertes: “De mi estadía quedan las magias y los ritos, / unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor, la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos, / y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.” La penitencia y el mérito: “No el rutinario testimonio/ de guerras, violaciones, indigencia,/ y cuanto supone catástrofes;/ no la plática interesada en probar lo malas que son estas épocas/ y cómo se ejerce esa presión,/ sino esa presión, lucha/ aceptada para que nos refine” El pequeño patíbulo: “¿Es otra la alegría?/ Por las veredas ardientes de pronto mes estremezco de mi
armonía en este instante./ ¿Qué atentado lúgubre arroja el equilibrio de su claro destino?”
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