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LA CONSTELACIÓN ARTURO (1)

Por: Liana Wenner

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“Inventar es hacer que cosas paralelas en el espacio se encuentren en el tiempo, o viceversa, presentado así en su conjunto un hecho nuevo. El salitre, el carbón y el azufre existían paralelamente desde el comienzo del mundo; faltaba un hombre superior, un inventor que, haciéndolos juntarse, creara la pólvora, la pólvora que puede hacer estallar nuestro cerebro como una bella imagen.”

Vicente Huidobro, Manifiestos de 1925.

 

“Una pintura debe ser algo que empiece y termine en ella misma. Sin solución de continuidad.”

Rhod Rothfuss, “El marco: un problema de plástica actual”. Arturo, 1944.

 

“En el momento actual, expresionismo, automatismo onírico, etc., importan nada más que reacciones y retrocesos. Y deben ser desterrados, abolidos.”

Carmelo Arden Quin, Revista Arturo.

 

“Éramos más poetas que nada.”
Gyula Kosice, conversación con la autora.

Allá por 1943 un joven checoslovaco que devoraba los libros de inventos de Leonardo Da Vinci y aún no llegaba a los 20 años pero al que la vida ya había dejado huérfano empujándolo al trabajo en un taller de marroquinería y que además desde hacía varios meses venía reuniéndose con poetas y pintores en un bar rasposo de la recova del Once con la idea de hacer algo que tal vez podría ser una

revista, abría un diccionario en busca del significado de “arte”. Por azar, y en un procedimiento que parecería heredado de dadá, se tropezó con la palabra “Arturo”. Una constelación de estrellas, la más brillante. De ahí quedó el nombre para la revista, nuestra revista. Recuerda hoy en su taller de Almagro, aquel que entonces había sido tan joven. ¿Su nombre? Gyula Kosice.

Arturo fue la punta del ovillo de nuestra vanguardia post martínfierrista: una vanguardia formada por inmigrantes o hijos de inmigrantes para quienes su vida en el Buenos Aires de los tempranos ´40 trasuntaba las peripecias de la picaresca española.

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En efecto, ser un individuo proveniente de una condición socio cultural marginal- o marginada- y en muchos casos autodidacta, que leía desordenadamente los manifiestos del surrealismo, algo de marxismo, poesía creacionista o algunos textos del psicoanálisis y que por regla general no era universitario; fue directamente proporcional a la intensidad de las intervenciones del grupo en el campo cultural sobre el que muchas veces llegaron a traccionar con acciones virulentas.

 

Como a Roberto Arlt (1900-1942) –con quien tuvieron algunos puntos de contacto- los animaba la ética de la prepotencia de trabajo, único modo para apropiarse del futuro. “Era incansable”, diría Kosice en la conversación que más adelante se transcribe, expresando así el dinamismo que como sello generacional y grupal los distinguía.

Aunque muy jóvenes, estaban ya desilusionados, desgastados por las noticias que llegaban desde la guerra en Europa. Con algunas lecturas apuradas sobre materialismo histórico en su haber y a la

vez permeables a la ebullición de masas que haría eclosión en octubre de 1945, la contratapa del único número de Arturo terminaba así: “Júbilo. Negación de toda melancolía. Voluntad constructiva. Comunión. Poesía del contrato social.”Con la concisión y la agudeza que caracteriza a ciertos artefactos culturales, un solo número le bastó a Arturo para irrumpir intempestiva, violentamente en un medio adormecido como era el campo cultural argentino de entonces; delimitar su marco (inestable) de alianzas dentro de la plástica y la literatura y mostrar- como nunca antes había ocurrido aquí- un puñado de reproducciones de lo que se estaba haciendo dentro de la no figuración que por entonces en el Río de la Plata contaba con

apenas algunas obras de Joaquín Torres García. Así, el surrealismo había quedado afuera de los intereses de Arturo.

Pero, ¿cuáles fueron las influencias de estos jóvenes?

En la plástica, sin dudas y en primer lugar, el constructivismo de Naum Gabo, el rayonismo de Natalia Goncharova, el neoplasticismo de Theo Van Doesburg y el suprematismo de Kazimir Malevitch. Luego, la abstracción de Vasili Kandisnky y el concretismo de Max Bill y Vantongerloo. Pero también, y tal vez periféricamente, el diseño de Bauhaus y el urbanismo de Le Corbusier.

En la escritura reconocieron como maestros al poeta creacionista chileno Vicente Huidobro –publicado en Arturo-, a Pierre Reverdy y a César Vallejo. Luego, a los poetas Murilo Mendes –modernista brasileño, también aparecido en la revista- y Braulio Arenas, un heterodoxo surrealista chileno que durante su época en Buenos Aires había convivido (sobrevivido) en una pensión de la calle

Sarmiento, cerca del mercado del Abasto, con algunos miembros del grupo.

Con un sumario crítico tan sólido como apasionado y provocador, también publicaron reproducciones de Piet Mondrian, Vasili Kandinsky, Joaquín Torres García, y Rhod Rothfuss. Absolutamente financiada por sus redactores, llevando por tapa le reproducción de un taco original del Tomás Maldonado y bajo la batuta de Edgar Bayley, Gyula Kósice y Carmelo Arden Quin, a finales del verano de 1944 salieron a la calle los mil ejemplares de Arturo: una revista de vanguardia radical y, a la postre, embrionaria de nuestra modernidad.

El programa que el incipiente movimiento expuso en aquel único número se proponía la superación del realismo costumbrista, del surrealismo, del expresionismo y del cubismo en pos de una estética nueva: el invencionismo, capaz de crear una nueva realidad artística que- a diferencia de lo practicado en la plástica europea durante las primeras décadas del siglo XX- presentara y no representara. Con artículos de factura teórica, explícitamente puestos para polemizar o concitar adhesiones y no para la mera lectura, Arturo abrió el juego de discusiones en torno a temas hasta ese momento ausentes en el medio local.

Se destacan: de Arden Quin el editorial-manifiesto escrito con un lenguaje que rendía tributo al marxismo; la crítica crucial de Rhod Rothfuss sobre el uso del marco recortado y la apología militante del invencionismo en la poesía firmada por Bayley.

MUY BREVE CONVERSACIÓN CON NOÉ JITRIK

W: Noé, hacía mucho que no conversábamos, casi desde la época en que fui alumna suya en la Facultad.

J: ¿Tanto tiempo pasó…?

W: No hay nada como el tiempo para pasar, escribió un poeta brasileño… Hablando del tiempo, justamente, quiero preguntarle ¿qué es lo moderno?

J: Moderno es la percepción de una relación entre algo que está ocurriendo en el mundo en distintos campos y la lectura íntima que uno hace y que se traduce en un lenguaje que ya no es un lenguaje repetitivo, empolvado, sino que es un lenguaje más vivo que corresponde a ese encuentro de fuerzas. No es un canon de recetas de lo que hay que hacer aunque mucha gente lo haga.

Lo moderno para mí no era eso, era una cosa un poco más tenue que se daba en el cruce de una percepción de lo que estaba ocurriendo realmente en el mundo y la traducción, la alquimia que uno puede hacer y que da un lenguaje un poco más seguro de sí mismo, más adecuado, digamos, y que es interpretable como propio de un momento. No es sumiso ni subalterno, es una interpretación a través del lenguaje de lo que está ocurriendo en el mundo. Entonces, lo que no lo interpreta es empolvado, anacrónico, impositivo, autoritario; eso no es moderno.

W: ¿Cómo se realizó lo moderno? ¿Cómo lo vivió usted?

J: Para decirlo en pocas palabras, se manifestó en el desarrollo de la ciencia, el desarrollo del pensamiento y de la literatura: fue una explosión y una manera de vivir.

Que cómo lo viví. La Ciudad era nuestra, LAS ciudades eran nuestras porque lo que ocurrió en Buenos Aires ocurría en todo el país: en Córdoba, en Rosario, en Resistencia, en Mar del Plata. En todas partes.

ARTURO DE NUEVO

Un ideario materialista los animaba, de ahí que muchos de los que actuaron en el movimiento comenzaran el estudio de las ciencias duras y experimentales porque consideraban este saber como un soporte fáctico-técnico de la invención artística (un arte de la presentación versus el gastado arte de la representación). La consecuencia política inmediata para el grupo fue la expulsión casi en masa del Partido Comunista que no entendió ni aceptó la aplicación que los jóvenes de Arturo hicieron del materialismo dialéctico a la obra de arte. Lejos de buscar ponerse a salvo, siquiera con la pertenencia a una estructura partidaria que los respaldara, a partir de entonces serían comunistas sin partido. Por vanguardistas y radicales prefirieron la intemperie. De aquel momento es Röyi, la pionera escultura en madera articulada de Kosice con la que venía a proponer la participación activa del público, comenzado así su frondosa búsqueda dentro del arte cinético cuya paternidad se le reconoce internacionalmente.

Apenas dos años después ocurrió la primera escisión del grupo original de Arturo que a medida que iba creciendo en visibilidad y se sucedían las exposiciones, también empezó a manifestar diferencias y enfrentamientos. Así, a comienzos de 1946 funcionaban dos espacios bien diferenciados: Arte Concreto-Invención que respondía a Tomás Maldonado y Arte Madí que integraron Kosice, Martín Blaszco, Arden Quin y Rhod Rothfuss. No obstante, al poco tiempo Arden Quin rompería con Madí, emigraría a Europa y seguiría actuando en Francia con el nombre de ese movimiento.

También en 1946, y en simultáneo con la aparición del Manifiesto Madí, el poeta y crítico Juan Jacobo Bajarlía sería el primero en reconocerlos como movimiento. Al comienzo desde sus artículos en la revista Contrapunto o en el novísimo diario Clarín y luego, definitivamente, en su libro “Literatura de vanguardia” (1946) donde quedaba escrito que “el invencionismo es la primera tendencia de vanguardia surgida en Hispanoamérica” y, habría que agregar, nacida en Buenos Aires.

La superación del modelo europeo y la puesta en cuestión del realismo, seguirían siendo también las búsquedas de Madí, la nueva escuela devenida de Arturo.

El tópico de la intemperie que acecha al artista que actúa dentro de la vanguardia radical, también se manifestó entre los miembros fundadores del invencionismo. Expulsados del Partido Comunista Argentino a comienzos de la década del ´40, años más tarde con el ministro de educación Oscar Ivanissevich calificando “degenerado”

al arte Madí y luego con las sucesivas diásporas de sus miembros; ocuparon el incómodo lugar del no-lugar.

Acaso esto explique, parcialmente, tanta ignorancia y tanto silencio en torno al invencionismo.

Esta edición facsimilar de Arturo, la revista del invencionismo, intenta recuperarlo.

 

 

(1)En la edición facsimilar de Arturo. Ediciones Biblioteca Nacional, Buenos Aires 2014.

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